De la mano del presidente
Kirchner la Patria va recuperando su dignidad. Después de aquel
mínimo triunfo electoral que lo llevó a la Rosada, demostró con iniciativa y
con firmeza que no estaba dispuesto a dejar sus principios y valores en la
puerta.
La vigencia de los derechos humanos pone
fin a la impunidad, la economía comienza a recuperarse de la profunda crisis en
que la dejaron largas décadas de gobiernos entreguistas, de este
modo empieza la distribución de la riqueza, base insustituible de la justicia
social, la dignidad reemplaza a la sumisión en la relación con el FMI;
se acaban de una vez por todas las relaciones carnales, ahora nuestro horizonte
de construcción son nuestros hermanos latinoamericanos. A su vez vemos como en
todo Sudamérica gobiernos revolucionarios y progresistas desde Chávez hasta
Tabaré van construyendo sincrónicamente una alternativa al imperialismo como se
demostró en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata.
Pero acaso lo más importante es que
Kirchner nos propone enfrentar a la vieja política, la política como
privilegio. El Pueblo empieza entonces a recuperar la política como herramienta
de liberación.
El contundente respaldo popular de
octubre, hace crecer la convicción en la Victoria del Pueblo. Kirchner pudo a
partir de este triunfo avanzar mucho más en la consolidación del proyecto
nacional.
El presidente está cumpliendo, hizo
mucho más de lo que muchos esperaban. Por eso en nuestra Patria vuelve a
florecer la esperanza.
Ahora nos toca cumplir a nosotros; a
muchos compañeros y compañeras nos toca dar el salto cualitativo de lo social a
lo político, a muchos compañeros y compañeras nos toca religar nuestras
prácticas con la organización popular, en síntesis tenemos ante nosotros el
desafío de la reconstrucción del movimiento nacional.
Porque sin participación popular no hay
movimiento nacional y sin movimiento nacional y popular no puede haber un
proyecto nacional. Los proyectos de cambio son viables en función de las
fuerzas sociales y políticas que son capaces de convocar para la transformación.
Se hace necesario entonces un movimiento que organice la esperanza, que rescate
el valor de la unidad (superando la fragmentación del campo nacional y
popular), que acompañe y amplifique las políticas del gobierno, que genere
propuestas de cambio y se constituya como puente de ida y vuelta entre el
Estado-Nacional y los más humildes.
Pero la unidad no se declama sino que se
construye. Y el movimiento no es una mera idea sino que implica un ejercicio de
la voluntad de muchos compañeros y una forma de organización: por frentes -para
generar la movilización y la acumulación política- y por secretarías -para
articular a los frentes entre sí y a todo el movimiento con el Estado-. Una
organización de carácter federal donde tengan la palabra los compañeros y
compañeras de cada una de las provincias.
El movimiento que soñamos debe ser capaz
de ser síntesis de las luchas de resistencia al modelo neoliberal y las
construcciones políticas que no claudicaron en las banderas históricas, debe
ser capaz de rescatar los actores y las prácticas históricas y actuales del
movimiento obrero organizado en su lucha por la distribución de la riqueza, con
un modelo de sindicalismo con un oído pegado a las necesidades del Pueblo y
enmarcado en un proyecto nacional de liberación.
Hemos pensado en ponerle un nombre a
esta voluntad política que es a su vez una gran convocatoria:MOVIMIENTO
EVITA.
¿Por qué movimiento? El movimiento es acción. La forma histórica de organización que
adoptó nuestro pueblo en sus luchas emancipatorias. Movimiento es unidad en la
diversidad. Contiene a las diversas expresiones sociales y políticas y a la vez
las articula en una política única, estratégica. No es una línea interna, ni
una cooperativa para disputar cargos. No es un partido que digita desde afuera
la política de las masas sino el fruto de la organización de éstas. El
movimiento es una expresión de la fuerza nacional, popular y federal.
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